El 13 de agosto de 1999 apenas tenía algunos meses de vida, pero será una fecha que recordaré para siempre, ¿por qué? Ese día, antes de las 6 am, le quitaron la vida a una de las personas que más he seguido, Jaime Garzón. Es muy fácil que su recuerdo cautive; era un hombre brillante, entregado a las causas que creía, y sin duda, con un humor que hizo pensar y cuestionar a tantos. Y yo, una joven preocupada e inmersa en los problemas políticos y sociales del país, no fui la excepción.
Recuerdo que el primer video que vi de Garzón fue hace nueve años, y me dejó tan impresionada, me sentía tan representada porque tristemente de lo que hablaba Jaime seguía y sigue siendo tan vigente en nuestro país, que perfectamente sus palabras se acomodan a la realidad.
En ese entonces, se conmemoraba otro año más de su asesinato, y le pedí a mi mamá que me acompañara a ver el mural que había de él por toda la 26, en dirección hacia el centro de Bogotá. Al estar ahí, no podía creer que lo habían asesinado, me preguntaba, ¿por qué lo hicieron? ¿Por qué nos arrebataron a una persona así? ¿Por qué no alcancé a conocerlo? En fin, tantas preguntas que a medida que he ido creciendo he podido entender un poco más por qué su figura incomodaba a los poderosos. Años posteriores a ese, asistí a las actividades que su hermana, Marisol Garzón, organiza para homenajear a Jaime sin dejar de exigir justicia.
Siempre me ha impresionado su valentía, coraje y fuerza para no desfallecer en el intento de conocer la verdad, a la vez, de que lucha para que se cuente verdaderamente quién fue Jaime Garzón, no a través de libros difamatorios o telenovelas que fantaseaban con su vida, no, contar los defectos, pero sobre todo las grandes virtudes de un hombre que dejó huella en su generación, y en futuras como la mía.
Sus videos, discursos, noticieros, entrevistas, risas… Es lo único que nos quedó de él, pero no creo que necesitemos más, con eso ha sido suficiente para conocer la gran persona que fue, todo lo que en pocos años logró en Colombia, y como en su limitado tiempo de vida, brindó tantas ideas y risas.
Espero que donde se encuentre, siga bailando canela de Cesár Mora porque los que estamos aquí, cada vez que escuchamos esa canción, lo hacemos para recordarlo y jamás olvidar su legado.
Nota de autor: Actualmente, en el Centro de Memoria, Paz, y Reconciliación (Carrera 19b #24-86) hay una exposición sobre él. Pueden ir a visitarla hasta el 31 de agosto. ¡No se la pierdan!