Desde siempre el privilegio me ha incomodado. El pensamiento recurrente de cómo algunos pueden tener tanto y otros tan poco y claro, dirán ustedes que eso es desigualdad y en buena medida sí lo es, pero no es lo único y creo que es hora de que comencemos a cuestionar esos aspectos de nuestras vidas que poco los ponemos en duda.
El significado etimológico de la palabra privilegio se refiere a una ley que regula a un particular o grupo de ciudadanos en forma exclusiva, logrando estos obtener un trato legal diferente al resto de los demás. Sin embargo, desde la antigüedad no ha hecho falta una ley para que una persona sea más privilegiada que la otra.
En la antigua Roma, por ejemplo, los privilegiados eran los patricios; las personas encargadas de ejercer las principales funciones tanto en el gobierno como en la sociedad civil o más tarde, cuando en la Revolución Francesa se originó ese orden privilegiado y absurdo de que los burgueses explotaban a los trabajadores para ganar grandes sumas de dinero.
Luego, en 1910 el historiador estadounidense William Edward Burghardt publicó, The Souls of Black Folk (Las almas del pueblo negro), una serie de ensayos en los que profundizaba sobre la raza y cómo era ser afroamericano dentro de la sociedad estadounidense. Una de sus conclusiones fue que los estadounidenses blancos no pensaban sobre los efectos de la discriminación racial pues ellos no la sufrían.
Entonces, ya podemos ir viendo que no es necesario que exista una ley de por medio para que una persona tenga más privilegios que las demás. Y aquí es importante señalar que no deberían ser vistos derechos como privilegios, no obstante, el acceso a la educación, por ejemplo, podría ser percibido y visto como privilegio ya que son pocos los que acceden frente a los miles que se quedan por fuera.
Y aquí está la piedra angular de todo. ¿Los derechos básicos se convierten en privilegios? En principio no, nadie debería agradecer por tener las mínimas condiciones para vivir pero como mencionaba anteriormente, esos mínimos no lo tienen millones y millones de personas.
Y claro, las personas que se podrían considerar privilegiadas en su mayoría no son culpables de las desigualdades del mundo, pero sí, el de desconocer de que muchos no tienen las mismas condiciones. Creo que ese es mi mayor problema con el privilegio, que las personas que los tienen no son conscientes de ello.
Un ejemplo magistral sobre los privilegios fue el dado por la periodista mexicana, Carol H. Solis a través de un podcast. Ella dice lo siguiente: «Es una carrera hay gente que comienza en el kilómetro cero y hay gente que comienza en el kilómetro 20. Eso es un privilegio; no significa que no corriste, no significa que no te cansaste, no significa que no te esforzaste, la cuestión es que la carrera es de 40 kilómetros y tú ya estabas en el 20 cuando empezaste».
La definición de qué es un privilegio más gráfica que escucharás. https://www.publico.es/
Es precisamente eso. No es lo mismo que tú hubieras nacido dentro de una familia en la cual, así sea tus padres, tuvieron educación que incidió en sus trabajos y pudieron brindarte a la vez una vivienda digna con todos los servicios básicos, una educación, momentos de recreación, etc, que una persona que nació en una zona rural donde carecen tanto los servicios básicos como la educación.
Además, nuestra cultura individualista nos ha educado en pensar que el fracaso o los problemas que tiene alguien se deben a sus malas decisiones o malas actitudes en lugar de a sus características de género, piel, etnia o sexualidad. Debemos entender que por más injusto que sea, los derechos y las desigualdades no se reparten de una forma equitativa.
Lionel Delgado. ¿Existen los privilegios masculinos? El salto
No se busca señalar o atacar a las personas, por supuesto que no, pero como lo decía en las primera líneas, no podemos dar por hecho que nuestra realidad o nuestras comodidades son la regla general, obvio, a muchas personas esto no les interesa o quieren ignorarlo; el problema radica en que cada vez menos el mundo podrá resistir nuestra individualidad.
“No sé quién habrá descubierto el agua, pero dudo que haya sido un pez”. Con esta frase, la autora Patricia Leavy buscaba reflejar la dificultad que existe a la hora de percibir objetivamente los privilegios cuando vivimos inmersos en ellos. Esto no es más que una invitación para salirnos un poco de nuestra burbuja, conocer distintas realidades y si se quiere, ayudarlas a cambiarlas.